Día de Muertos en San Antonio Tecómitl y las esculturas de lodo

septiembre 13, 2018 10:05 pm Published by Leave your thoughts

Al sur de la ciudad de México, se encuentra San Antonio Tecómitl; uno de los doce pueblos originarios que conforman Milpa Alta. Aquí la fiesta de Todos Santos se proyecta con un derroche de imaginación y habilidad; el escenario es el panteón del pueblo donde a primera hora del día 2 de noviembre, las familias comienzan a reunirse para limpiar las tumbas de sus difuntos.

Alrededor de las tres de la tarde, las campanas repican con fuerza, y la despedida comienza. Para entonces, la gente lleva algún tiempo aireando y removiendo la tierra con el azadón, juntándola para remojarla y comenzar el trabajo de amasarla y crear una pasta lodosa. Por todos lados se ven escultores dando vida a la muerte. Con mucho ingenio y solo con las manos van apretando los montones de tierra mojada para moldear calaveras en todas formas y tamaños: algunas acostadas, otras sentadas, desnudas o con sarapes de tierra que colorean para hacerlas más llamativas; les ponen sombreros y hasta mascotas. Otros, elaboran ambientaciones con lagos y túneles, representando el inframundo.

La imaginación no se agota y así aparecen imágenes prehispánicas: Xochipilli, dios del amor y las flores surge de entre la tierra en tamaño monumental; lo mismo Coatlicue, madre de los dioses, la de la falda de serpientes, llena de pétalos blancos y amarillos. Estas formas de lodo proyectan a los difuntos, se les engrandece o se les muestra juguetones, como el esqueleto que emerge de la tumba. Algunas se miran entrañables, como la calavera de trenzas, rebozo y tres alcatraces en la mano que dice: “Te traje flores”. Otras, en miniatura, reflejan la actividad desempeñada por el difunto: una pequeña panadería, con horno, pan y trabajadores.

Al caminar entre las tumbas y las esculturas de tierra, decoradas con flores de cempasúchil, polar y terciopelo, se respira el sentimiento en unos y la alegría en otros; el objetivo es pasarla bien con la familia y encontrar a los amigos para acompañar los últimos momentos de las almas en este espacio terrenal. Muchos han preparado tamales, barbacoa y hasta pulque, todo se comparte con propios y extraños. Al avanzar la noche comienza la retirada, las personas ya han despedido a los suyos y les han dejado las ceras prendidas para iluminar su retorno a los dominios del señor del Mictlán.

Como en varios sitios de México, aquí en San Antonio Tecómitl, la celebración a los muertos inicia el último día de octubre con la llegada de las almas pequeñas. En las entradas de las casas se disponen caminos de pétalos de cempasúchil para guiar a los que llegan y, en el interior, las ofrendas están listas con tamales, atoles, dulces, frutas y juguetes. Por la noche, las calles se iluminan con fogatas; es la guía que acompañará a las almas durante su peregrinar. Para el primero de noviembre sucede lo mismo, solo que esta vez se espera la visita de las almas adultas.

Las ofrendas se enriquecen con platillos recién elaborados, no falta la bebida espirituosa como tampoco las ceras ni el sahumerio. Un poco de sal y un vaso con agua permiten mitigar la fatiga del difunto añorado.

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This post was written by Kenia Pérez

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